Taller de proyectos Antoni Muntadas / Juan Herreros

Taller de Proyectos dirigido por Antoni Muntadas con la colaboración de Juan Herreros. Fundación Marcelino Botín, Santander, julio de 2008.

Muntadas ha ido construyendo con el paso del tiempo una serie de metodologías vinculadas con sus sucesivos workshops que han ido evolucionando y adecuándose, tanto al devenir de sus proyectos como a los lenguajes y discursos tecnológicos de cada momento y de cada situación sin perder de vista, no obstante, que la noción de proceso sigue siendo aún hoy un elemento crucial en la tarea de todo artista. Esas metodologías antes aludidas arrancan con la elaboración de unas bases programáticas que sirven para delimitar el campo de acción y para definir un contexto liberado de cualquier tipo de pauta institucional y articulado mediante otro tipo de parámetros; continúan con la transformación del espacio de trabajo en un híbrido de taller, sala de presentaciones, biblioteca, ágora de proyectos y ámbito expositivo donde se intercambian y recopilan las diversas exploraciones realizadas; para, finalmente, y este es uno de los últimos elementos que Muntadas ha incorporado en sus más recientes workshops, completarse con la invitación a otros profesionales, procedentes de disciplinas aledañas al mundo del arte, artistas, curators, críticos, etc., los cuales incorporan una mirada externa a los diversos trabajos desarrollados.

En el caso del Taller de Proyectos convocado por la Fundación Marcelino Botín en el antiguo casón de Villa Iris y dirigido por Muntadas con la colaboración del arquitecto Juan Herreros el tema a desarrollar fue la discusión sobre los procesos de trabajo en el espacio urbano, centrando el campo de acción no sólo en la crítica sino sobre todo en la proposición de alternativas. Obviamente, los elementos específicos de una ciudad como Santander, con su superposición histórica y su singular fisonomía actual ofrecían elementos de juicio muy complejos. El resultado fue un verdadero compendio de paradojas, tensiones y conflictos mediante los cuales se estableció un diálogo crítico con la realidad urbana que se estaba analizando, un archivo rico y denso en sus interpretaciones, acrecentado, posiblemente, por la condición foránea de las miradas de los propios participantes.

Valentín Roma

SPAIN DOBLE CIERRE

Proyecto desarrollado en el Taller de Proyectos Antoni Muntadas con la colaboración de Juan Herreros.

El escudo de la ciudad de Santander representa una escena de la conquista de Sevilla en el año 1248, en la que los navíos cántabros liderados por el almirante Bonifaz, apoyando la invasión castellana dirigida por Fernando III, penetran en la ciudad a través del río Guadalquivir, rompiendo las cadenas con que los musulmanes pretendían impedir el acceso de los barcos a la misma. Tras la conquista de Sevilla, el rey Fernando III concedió al pueblo cántabro el privilegio de inmortalizar aquella escena bélica victoriosa en el escudo de sus villas.

La maniobra propagandística que Fernando III puso en marcha entonces, ha permitido que la escena figure tanto en el escudo santanderino como en el de Cantabria hasta la actualidad, constando casi en todos los casos, pese a las diferentes actualizaciones heráldicas, de los siguientes elementos: el barco invasor, el río Guadalquivir, la cadena rota, la Torre del Oro de Sevilla y las cabezas de los santos Emeterio y Celedonio, patronos de Santander (cuyos rostros en el escudo dieron lugar a la expresión “Santander tiene dos caras”).

La particularidad del escudo de Santander reside en que la ciudad se representa a sí misma a partir de otra ciudad: Sevilla. Desde esta constatación, se trabajó en paralelo sobre los imaginarios sevillano y santanderino, tratando de establecer conexiones entre diferentes representaciones que habían generado ambas ciudades desde la conquista cristiana hasta la actualidad, tomando siempre como referencia los elementos oficiales antes citados que aparecen en el escudo.

Así, los santos Emeterio y Celedonio, mártires patronos de Santander (el nombre de Santander es una evolución de San Emeter), se contrastarían con las figuras de las santas Justa y Rufina, mártires patronas de Sevilla, hallando paralelismos que irían desde la fecha en que se data sus muertes (en torno a 287 las de ellas y 300 las de ellos), o el hecho de que unos fueran hermanos y las otras hermanas, hasta el carácter político y la violencia de sus martirios (la fe cristiana de ellas les hizo despreciar los símbolos religiosos romanos, mientras la fe cristiana de ellos les hizo despreciar los símbolos militares también romanos, siendo los cuatro públicamente ejecutados y convirtiéndose posteriormente en santos y santas mártires).

Sobre la Torre del Oro, se incidió en la evolución de la misma desde el momento de la conquista hasta nuestro presente: en un plano real la torre sufrió una modificación arquitectónica con el añadido de un cuerpo circular en 1760 sobre la estructura almohade primigenia, pero en un plano simbólico sufrió otras, pues las diferentes representaciones que hacían los santanderinos de la torre iban negando el carácter árabe que tenía en el momento histórico que el escudo pretende reflejar, llegando incluso a existir escudos que directamente la convertían en una típica torre medieval o que la mostraban tal y como se encuentra en la actualidad.

Sobre la cadena y el río, se trabajó la idea de cómo podría ser hoy una cadena que impidiera el acceso de los barcos a la bahía de Santander, inventando un trazado que lograra este propósito con la menor longitud posible. Dicho trazado se imaginó desde el llamado Puntal hasta el pequeño islote de La Horadada, islote que además contaba con una curiosa historia en la que de nuevo aparecían los santos Emeterio y Celedonio: según una popular leyenda, las cabezas de los mártires llegaron a Santander en una barca (de piedra en unas versiones y de mimbre en otras) y en el islote se abrió un hueco por el que la barca pudo entrar a la bahía. En realidad, La Horadada había tenido el aspecto de un arco hasta que recientemente el mar destruyó el brazo que le daba esa forma, planteándose en la ciudad un debate sobre la necesidad de reconstruirla, opción que se desestimó por los elevados costes que la rehabilitación suponía.

El hecho de que los eslabones de la cadena que rompieron los barcos de Bonifaz tuvieran forma de ocho, permitió remitirse al conocido anagrama de Sevilla, el NO8DO (lema y logotipo que actualmente emplea el Ayuntamiento de Sevilla, un jeroglífico cuya lectura es NO-MADEJA-DO), que según una de las versiones de su origen fue un mensaje dicho a la Virgen María por el propio Fernando III: No me ha dejado (según otras versiones la frase se atribuye a Alfonso X el Sabio y se dirige a la propia ciudad). Este emblema sevillano había figurado en ocasiones en la heráldica cántabra por la relación histórica de ambas ciudades.

También se compararon los atributos históricos de las ciudades de Sevilla y Santander, que en muchas ocasiones se inscriben en los escudos, viéndose que si bien Sevilla era Invicta y Mariana y Heroica, y Santander era Siempre Benéfica y Decidida, ambas coincidían en ser Leales (una Muy Leal y la otra Siempre Leal), Muy Nobles y Excelentísimas (atributo este último que tienen la mayoría de ciudades de cierta población).

Sobre la propia idea del discurso oficial y los mensajes institucionales, y dado que en nuestros días la heráldica ha sido sustituida por eslóganes y logotipos para transmitirlos, se tomaron las versiones más recientes de estos mensajes en ambas ciudades, comparándose las campañas que en el caso de Sevilla la definen como Ciudad de los Sueños y en el de Santander como Ciudad Excelente, definiciones que tratan de potenciarlas como destino turístico e infundir en sus habitantes un ánimo ingenuo, desentendido de las problemáticas sociales.

Lugares, imágenes y objetos encontrados en los recorridos por la ciudad durante las dos semanas de estancia en la ciudad de Santander tuvieron también un papel importante en el desarrollo del proyecto. Un candado encontrado por una de las participantes en el taller, con la inscripción «Spain Doble Cierre», dio título al trabajo, pues podía aludir al cierre simbólico del acceso a las dos ciudades españolas sobre las que estábamos trabajando. De igual manera, la fotografía del bar Los escudos en la calle Bonifaz, o la fotografía de una cadena en la vía pública que delimitaba el espacio público y un espacio privado (tomada de forma que el fotógrafo-espectador quedaba en medio de ambas), entre otras, servían para reforzar, a través de instantáneas del paisaje urbano del Santander actual, los temas que veníamos investigando.

Para la exposición en Villa Iris (la casa que se convirtió en estudio y lugar de reunión de los participantes en el taller) de los materiales e ideas sobre los que se había trabajado, fue fundamental la propia ubicación de la villa, ya que una de sus fachadas daba a la bahía de Santander, y una de las ventanas en la planta tercera permitía ver con claridad el lugar en que se había imaginado la ubicación de la cadena ficticia. Se eligió esta planta para exponer los materiales, que se presentaron en el vértice-esquina de la villa que apuntaba al mar, y se pidió a los participantes del taller que trazaran, sobre los cristales de esta ventana, el dibujo de una cadena que uniera desde su propio punto de vista el Puntal y La Horadada, quedando así varios dibujos de la cadena a modo de trampantojo.

Finalmente, en el catálogo que se editó con motivo del taller, se desplegó en cuatro páginas parte de la información visual recopilada, tratando de establecer una narración que trenzara los vínculos que se habían desvelado entre Sevilla y Santander, dos ciudades portuarias marcadas por la conexión con el exterior a través del mar y con una historia real y simbólica común. Pese a que las relaciones entre ambas ciudades es escasa hoy día, en el saber de muchos santanderinos sigue instalada la idea altiva de que “Santander conquistó Sevilla”.