El hecho de ser pasado, de no existir más, está en el origen de un trabajo intenso en el seno de las cosas. El historiador (o el artista) le confía su asunto. Saca partido de esta fuerza y conoce las cosas tales como ellas son en el instante en que ya no lo son más. (…) Y la fuerza que trabaja en el interior de ellas es la dialéctica. La dialéctica las excava, las revoluciona, las trastoca, de tal suerte que la capa superficial deviene la capa profunda. Quien intenta acercarse a su propio pasado enterrado debe hacer como un hombre que excava. Sin duda alguna es útil, durante la excavación, tener en cuenta los planos. Pero resulta también indispensable el golpe de rastrillo precavido y de tanteo en el oscuro reino de la tierra. Y se frustra como el que más quien hace solamente el inventario de los objetos descubiertos y no es capaz de mostrar en el suelo actual el lugar donde el más antiguo se había conservado.

W. Benjamin, Paris, capitale du XIXe siècle (1932)

El proyecto toma su nombre del ensayo El espejo enterrado del mexicano [1] Carlos Fuentes (1928-2012), en el que el autor hace un particular relato histórico de las relaciones culturales entre España y México, sirviéndose de la metáfora del espejo que enfrenta dos realidades, en este caso un espejo en el que se reflejan el Nuevo y el Viejo Mundo. Fuentes, que a su vez había tomado el título de su libro de un poemario del catalán Ramón Xirau (exiliado en México desde la guerra civil española), arranca su narración aludiendo a un hallazgo arqueológico: los espejos de obsidiana encontrados en el complejo ceremonial de El Tajín (Veracruz). Se trata de unos espejos negros [2] cuyo propósito era “guiar a los muertos en su viaje al inframundo” y que para el escritor tendrían un correlato en el arte español con el juego de espejos que el pintor sevillano Diego Velázquez despliega en Las Meninas.

El proyecto El espejo desenterrado se comienza a vislumbrar en 2012, año en que fallece Carlos Fuentes, y parte del estudio de ese objeto peculiar, el espejo de obsidiana (fetiche al que se atribuían cualidades mágicas y espirituales, llegado a los primeros gabinetes de maravillas y curiosidades europeos del s. XVI y XVII), para iniciar una serie de viajes a México con el objetivo de fabricarlo, de modo que se pudieran practicar los gestos y las técnicas que le dieron origen en unos de los escenarios en los que se produjo realmente.

La obsidiana es una roca volcánica de cualidades vítreas que fue empleada de forma profusa en Mesoamérica. La facilidad de su manufactura y sus afilados bordes permitieron la fabricación de herramientas y armas, pero además su atractivo brillo, reflexividad y característico color negro motivaron la producción tanto de artesanías y piezas ornamentales como de obras de arte y objetos singulares de carácter votivo o ritual. Sobre la fabricación y el uso del espejo de obsidiana existen interpretaciones diversas y hasta contradictorias, pero genéricamente, por su color, ha sido asociado a las artes oscuras, y por su reflexividad a la adivinación y las visiones del más allá.

Viaje, reflejo y visión son las claves que inspiran el presente proyecto. La investigación que lo sustenta se realiza en colaboración con el historiador sevillano José Julio Zerpa [3], radicado en Guadalajara, México, a partir de dos líneas de trabajo: una, sobre el propio material, la obsidiana, desde una perspectiva geológica y etnohistórica, atendiendo a la minería prehispánica y actual de esta roca en México; y otra, sobre el espejo de obsidiana y sus mitos, a través de la Historia del arte y las artes populares.

Se establece como zona de estudio el Occidente de México, y se trabaja particularmente en el entorno del volcán Tequila, en la región Valles de Jalisco, por ser una zona de reciente actividad volcánica (el cercano volcán de Fuego entró en erupción por última vez mientras se escribían estas líneas) y porque existe un vestigio prehispánico en el lugar, la cultura Guachimontones, que atestigua la existencia de minería de obsidiana [4] y su empleo para la creación de armas, joyas y objetos rituales antes de la Conquista. Se trata además de una cultura que, caracterizada por sus pirámides redondas, se ha entendido como antagónica a la cultura azteca
y su imperio, cuya cosmogonía ha monopolizado las visiones del México precolombino, incluyendo el relato mitológico de la obsidiana. [5]

En estrecha colaboración con arqueólogos, historiadores y geólogos de la Universidad de Guadalajara [6] y artesanos lapidarios de la región, se trazó y recorrió la ruta que debió seguir el material desde la cima del volcán hasta los valles en los que fue manufacturado, y se realizaron tres espejos de obsidiana con material recogido en la zona: un espejo de obsidiana plateada, un espejo de obsidiana negra con incrustaciones de sílex y un espejo de obsidiana negra, este último con la forma y proporciones de un ejemplar que alberga el British Museum de Londres. [7]

En ese punto confluyen, con las propias del arte, distintas prácticas y poéticas, como la arqueología experimental (que trata de reproducir las condiciones y las técnicas con las que se manufacturaron artefactos arqueológicos y, mediante ellas, recrearlos), la literatura de viajes o el viaje como práctica estética. [8]

En paralelo a la producción material de los espejos y al registro de la experiencia, se trató de aprehender el universo mitológico que encerraba el espejo de obsidiana siguiendo el rastro que había dejado en una serie de obras de arte producidas tanto en América como en Europa desde el siglo XVI hasta la actualidad. Así, se descubre al también sevillano Bartolomé Esteban Murillo practicando una insólita operación sincrética al pintar sobre placas de obsidiana traídas de México su personal visión del Evangelio [9] en el s. XVII o al poeta mexicano Octavio Paz cantando tres siglos después al trágico destino de la diosa Itzpapálotl, mariposa de obsidiana, imagen de la diosa madre hoy integrada en el culto a la virgen de Guadalupe.

La exposición trató de dar cuenta del proceso vivido, marcado por la búsqueda de un reflejo veraz más allá del espejismo, por el afán de encontrar un destello en el reino oscuro de la tierra que permita alumbrar la historia propia y el presente compartido.

Notas
1. Aunque nació en Panamá, por ser su padre diplomático y mudar continuamente su residencia, se consideró siempre mexicano (sus padres eran originarios de Veracruz).
2. Estos espejos no eran realmente de obsidiana sino de antracita, si bien en las últimas ediciones del libro de Fuentes todas las sinopsis del mismo hablan de “espejo de obsidiana”, un ejemplo más de la popularidad del término.
3. Doctor de la Universidad de Guadalajara, realizó su tesis doctoral sobre la historia de la minería prehispánica y su influencia en el debate científico europeo en el s. XVIII.
4. Varios autores coinciden en señalar que la minería de obsidiana descendió, hasta casi desaparecer, con la llegada de los españoles, poco interesados en ese material y más preocupados por la búsqueda de oro, plata y otros metales, y que volvió a resurgir a principios del siglo XX, con el impulso de Manuel Gamio, que instó a los artesanos locales a reproducir las formas y técnicas que emplearon los pueblos prehispánicos en sus artesanías.
5. El libro El pueblo del Sol, de Alfonso Caso, continúa siendo la fuente más recurrente a la hora de interpretar la mitología mexica (azteca). Para Caso, el Dios Tezcatlipoca y la diosa Itzpapálotl son las deidades que se identifican con la obsidiana (itzli, en náhuatl).
6. Dicha colaboración ha motivado el proyecto editorial La obsidiana en Jalisco. Artes tradicionales del campo volcánico de Tequila, que reúne una serie de textos de investigación a cargo de historiadores, antropólogos y geólogos mexicanos, norteamericanos y españoles.
7. Se trata del espejo que pudo ser propiedad de John Dee, místico y visionario, consejero de Isabel I de Inglaterra.
8. Al respecto, otro de los referentes del proyecto: Robert Smithson y su viaje-espejo. Smithson realiza la obra Yucatan Mirror Displacements llevando consigo varios espejos a los que fotografía en distintos paisajes en un viaje a lo largo de Yucatán. Su experiencia la relata en el texto Incidents of Mirror-Travel in Yucatán (1969).
9. Una de estas obras está custodiada por el Louvre, que recientemente encargó una investigación para tratar de confirmar la procedencia del material que sirvió de soporte a Murillo. La investigación concluyó que la piedra pudo provenir de minas en el estado de Michoacán.