Esta acción es un proyecto piloto en forma de experiencia sonora para el Museo Nacional y Centro de Investigación de Altamira que emerge como propuesta del grupo del caso de estudio Altamira, conformado por Valentin Bansac, Jorge Van den Eynde, laura fernández antolín, Manuel Prados, Oxel Urra Sánchez, Sofía Kouloukouri, Elena Rocabert y las integrantes de Dorothy Michaels, Cuqui Jerez, María Jerez, Óscar Bueno y Javi Cruz, dentro del Programa de estudios independientes Organismo | Arte en Ecologías Críticas Aplicadas promovido por la Fundación TBA21 y el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza. Se trata de un programa experimental de estudios independientes que conecta investigación, teoría y especulación a través de una serie de casos de estudio en torno a intervenciones regenerativas que exploran formas de alianza en contextos específicos. En esta ocasión se trata de una colaboración facilitada por la Subdirección General de Museos Estatales, Dirección General de Patrimonio Cultural y Bellas Artes – Ministerio de Cultura de España.
El caso de Altamira atiende a algunas complejidades relativas a la existencia de la Neocueva y el acceso restringido a la cueva original, y se apoya en el concepto de ecotono (descrito como cualquier lugar tangente a dos o más ecosistemas) para observar otras realidades paralelas al deseo humano por entrar, y que observa a otros agentes -animales, vegetales, minerales- y otras operaciones que existen o pueden existir en la cueva y su entorno. El ejercicio propuesto en contacto con el caso es una experiencia basada en la performatividad de la escucha y de las implicaciones del cuerpo que escucha, como resultado de un proceso de investigación en defensa de un acercamiento siempre sesgado, parcial e incompleto a la cueva de Altamira. Este acercamiento pretende ser un espacio de imaginación poética en relación a las problemáticas que rodean las pinturas y el ecosistema en el que se encuentran. Para ello realizaremos una experiencia de escucha en movimiento que nos permita acercarnos a la cueva sin acceder a ella, a las pinturas sin verlas, a lo humano a partir de lo no humano, creando, en términos de Donna Haraway, una suerte de intimidad sin proximidad. Conceptos como la oscuridad o el anonimato, próximos a la experiencia de las pinturas en la cueva, nos ayudan a acercarnos al reto ecológico que plantea el caso de estudio desde la búsqueda de otras políticas de visibilidad. Frente a un conocimiento basado en la hipervisibilidad, proponemos un acercamiento que asume el límite, el sesgo y la imposibilidad como oportunidad para la creación de otras imágenes y el desarrollo de otras sensibilidades. Como sucede en la propia cueva, la superficie de contacto que planteamos tiene que ver con los vaivenes entre la escritura individual y la colectiva, así como con el borrado como técnica de escritura en sí. Esta pieza pretende transitar por estados, sensaciones y contenidos que amplifiquen la experiencia de la cueva de Altamira.
Organizado por la Fundación TBA21 y el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, en estrecha colaboración con el MNCIA y la Subdirección General de Museos Estatales del Ministerio de Cultura. En fases previas, este caso de estudio ha contado con la implicación de otros agentes culturales como Simón López Trujillo, Lydia Ourahmane y Sofía De Grenade.