El jardín invisible


Recientemente, se está popularizando el término probiótico, que se define como “microorganismos vivos que se administran al hospedador y que ejercen un efecto fisiológico beneficioso”. Si asociamos este término a la interacción entre plantas y microorganismos, aparecen nuevos conceptos como “inoculantes microbianos” y “microorganismos promotores del crecimiento vegetal”. Estos microorganismos, a través de diferentes actividades bioquímicas o sintetizando diferentes compuestos, son capaces de mejorar la capacidad de crecimiento de las plantas, aumentando la disponibilidad y la capacidad de absorción de nutrientes, generando cambios en la fisiología de la planta o mejorando la capacidad para resistir enfermedades causadas por bacterias, hongos o virus. Para que tengan efecto estos microorganismos promotores del crecimiento vegetal, es necesario aplicarlos a través de inoculantes microbianos, formulaciones de microorganismos junto con algún sustrato que aumente su viabilidad. Los microorganismos incluidos en estos inoculantes deben estar siempre a altas densidades celulares, de manera que nos aseguremos que desplazan las poblaciones de microorganismos que, de forma natural, se han asociado con las plantas de un ecosistema. Dicho de otra manera, expulsamos a las poblaciones naturales de microorganismos, con menor capacidad de mejora del crecimiento vegetal, y las cambiamos por otras que, a nuestro entender, ejercen un efecto beneficioso. Al ser las comunidades de microorganismos que habitan la rizosfera un ecosistema que no se ve, los impactos y los dilemas morales que se establecen con las plantas no se plantean, a pesar de que los efectos son evidentes. Sin embargo, esta invasión, al contrario de lo que ocurre con las plantas invasoras, se ve como una necesidad, ya que la disponibilidad de nutrientes es cada vez más reducida para los cultivos y los efectos del cambio climático impactan de forma cada vez más clara en la productividad agrícola, por lo que, en un contexto de prohibiciones del uso de compuestos de síntesis química, el uso de estos microorganismos se plantea como una alternativa “ecológica”.

Javier López Baena, Departamento de Microbiología de la Universidad de Sevilla.